Semana 12



BITÁCORA NÚMERO 10

CLASE DEL 16 DE ABRIL

A pesar de que pensaba que con las clases virtuales siempre comenzaría mi bitácora de una forma similar, la vida me demuestra que siempre las cosas pueden cambiar. Esa mañana fue muy diferente a las anteriores. Desde la tarde del miércoles se había ido el internet en mi casa y ese inconveniente me impidió subir mi escrito al blog y posteriormente tuitearlo. La verdad, me fui a dormir muy preocupada porque no sabía qué haría si para el día siguiente no había internet. Incluso, y por mis antecedentes de ansiedad, no pude dormir bien esa noche. 

Efectivamente, mis miedos se hicieron realidad. Me desperté a las 6 de la mañana, después de una muy mala noche, y comprobé que no había internet. Me impacienté mucho, me alteré, casi lloré, pero eso no solucionó nada. Eran casi las 6:30 y no había resuelto mi problema, así que recurrí a mi instinto, esa disposición psicofísica innata que incita al sujeto a actuar de una determinada forma frente a un estímulo, me alisté de prisa, salí de mi casa, con la debida precaución y las medidas de protección necesarias, y golpeé la puerta del vecino. Rápidamente le expliqué lo que pasaba y lo que necesitaba, lo entendió y me dejo entrar en su casa. 

Tardé varios minutos en conectarme a la red, pero lo logré. Sobre las 7:12 “llegué” a mi clase de Investigación Social. El profesor estaba llamando a lista y ya había pasado por la p. Inmediatamente después, comenzamos con la clase. Como siempre, leímos las bitácoras de la clase anterior para ubicarnos y recordar lo aprendido antes. La primera fue la de Nicolás. Su texto fue muy literal y Cobos le sugirió que intentará hacerla más inferencial. Algo que me llamó la atención fue que él mencionó en varios apartados que tenía constantes problemas de conexión. 

Eso se parecía a mi situación actual y a la de muchos porque, según un reportaje que leí en El Heraldo, como la mayoría de personas están haciendo teletrabajo, tareas escolares o universitarias, o simplemente consumiendo contenido de entretenimiento para hacer más llevaderos estos días, se ha generado un alto tráfico de usuarios en las redes lo que conlleva a deficiencia en las conexiones. Este es uno de los problemas que trae consigo el coronavirus. Aquí se nota que Colombia está muy atrasada en banda ancha. 

Por otra parte, leímos la bitácora de María Antonieta. A decir verdad, ella escribe de una forma muy poética, atractiva para el lector, es capaz de envolver y atrapar. El profesor solo tuvo palabras de elogio para su escrito y no era para menos, se notaba que prestaba atención a cada parte de la clase, anotaba hasta el más mínimo detalle y era muy precisa con cada afirmación. Reafirmo lo que dijo Cobos, fue una excelente bitácora. 

La siguiente parte de la clase fue muy entretenida, nos mantuvo a todos muy atentos y realmente nos interesó. Ese es un gran logro para una clase virtual, la verdad. Lo que hicimos fue leer las bitácoras de salida de campo de estudiantes de semestres y años anteriores. Me generaba mucha ilusión leer versiones de un trabajo de campo que nosotros no podríamos hacer pero que en su momento hicieron otros. Además, Cobos nos había anticipado el tema que trataron en esos textos y me intrigaba mucho la experiencia que describirían. 

El primer escrito fue la versión de María Orozco sobre “La Piscina”, un prostíbulo reconocido de Bogotá. De esta bitácora destacamos varias cosas. Se notaba que ella había hecho lo que un buen investigador debe hacer: fue a un lugar completamente desconocido, observó en detalle pero también participó, fue capaz de dejar atrás los prejuicios y entender la realidad del lugar. 

Una de las cosas más evidentes de su trabajo de campo fue el cambio de percepción que tuvo a lo largo del proceso. Inicialmente, ella menciona que siempre había visto el lugar desde lejos y solo le generaban una mala impresión el sitio y las personas que allí trabajaban. Sin embargo, cuando llegó allá y se involucró en la realidad del sector su forma de ver las cosas cambió. Conocer de primera mano la historia de Camila marcó un antes y un después con respecto a su pensamiento y sus emociones. Ella fue a observar, a analizar, pero también fue a aprender y abrió su mente ante una nueva perspectiva. 

Lamentablemente, María cometió un error. A pesar de que al hacerle la entrevista a Camila le aseguró que seguiría en contacto con ella, no fue así. Camila en varias ocasiones se contactó con ella y María optó por ignorarla. Eso fue, primero, algo que faltó a la verdad porque sus actos no tenían coherencia con lo que le aseguraron a ella. Segundo, es algo que un investigador no debería hacer, porque las personas se pueden sentir usadas y, más adelante, evitaran colaborar con ese tipo de trabajos y serán más cerrados. Además, independientemente de lo que hagan, son personas y merecen respeto y ser tratadas como tal. 

Después, hicimos un ejercicio muy curioso. Leímos la versión de un hombre y una mujer sobre un mismo prostíbulo del barrio Santafé en Bogotá. La verdad es que el resultado es impresionante. Mientras que el texto del chico se dedica a describir lo que pasó y a mantener una actitud cerrada ante lo que presencia, la chica se metió de lleno en el lugar, dio más detalles, fue capaz de entender el ecosistema y las relaciones que allí se forjaban. 

Otra cosa que me pareció importante, fue el hecho de que los dos tuvieron contacto con un mesero que les facilitó información pero el chico nunca lo menciona en su relato, contrario a lo que hizo su compañera de citarlo varias veces. Definitivamente, nos quedó claro que no vemos el mundo como es, sino como somos. Por esa razón, el chico no fue capaz de hacer una buena investigación porque fue prepotente, machista y “sobrado” y eso reflejo en el trabajo. Por su lado, la chica fue mucho más abierta a entender lo que pasaba y eso transmitió con su bitácora. 

Lo anterior puede tener una explicación científica. La distinta percepción visual de hombres y mujeres determina en gran medida las diferencias de género. Los ojos son la prolongación externa del cerebro y, por tanto, la información de las señales visuales influye en las respuestas neuronales, moldeando la forma de pensar y actuar. La explicación de que las mujeres perciben mejor que los hombres los colores, los matices y los detalles no solo es cultural, sino también biológica y evolutiva. Aunque se esté mirando a un mismo objeto, un hombre nunca lo verá de la misma forma que una mujer.

El cromosoma X se encarga de suministrar estas células detectoras, por lo que la ventaja de las mujeres se basa en que poseen dos, a diferencia de los hombres que cuentan con uno. Los hombres poseen una visión túnel, que les permite ver de forma más clara y precisa a mayor distancia, mientras que las mujeres se caracterizan por una visión periférica mediante la que perciben mejor los detalles cercanos, pero no los más alejados, según un estudio elaborado por el psicólogo de la Universidad de Brooklyn College Israel Abramov publicado por la revista Biology of Sex Differences. 

Queda claro que la ciencia siempre le tiene una respuesta a cualquier pregunta, o bueno, casi a cualquiera. El ejercicio, en definitiva, fue muy productivo y nos permitió entender y notar que NUNCA una persona verá lo mismo que otra. Estoy segura que si todos fuéramos al mismo lugar a hacer el trabajo de campo, llegaríamos con observaciones y detalles completamente diferentes.

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